miércoles, 1 de junio de 2011

Mis disculpas

Hoy tras ver una película he estado pensando en cuánto tiempo dedicamos las personas a quejarnos y despotricar contra todo aquello que nos molesta sin dedicarle apenas tiempo a las pequeñas cosas, aquellos pequeños placeres que cada uno encuentra en el día a día de su vida. Y me he sentido francamente mal, así que he decidido dedicarle unas líneas en este sucio blog de pensamientos hostiles, a todo aquello que es capaz de hacerme sentir bien aunque sea por una pequeña fracccion de segundo.
Comenzaré, precisamente, por mencionar cómo me gustan todas aquellas películas que, más allá de lo que quieran transmitirte, son capaces de hacerte reflexionar.
O la forma en la que soy capaz de abandonarme a mi misma para observar como el humo se entrelaza en el aire y después se funde con la intensidad, sin apenas dejar rastro.
Me fascina también la forma en que florecen en primavera, todas aquellas plantas que en otoño no eran más que rastrojos secos y desprovistos de color.
Las pequeñas gotitas que, de nochem brillan sobre los techos de los coches.
También me parece increible la forma en que, detalles ínfimos como una brisa que me acaricia la cara puede hacerme sentir mucho más viva que cualquier otra cosa.
Cómo se me vuela el pelo cuando voy a gran velocidad.
Lo grande que me siento cuando observo mi barrio desde la azotea, y lo excitante de contar las lucecitas encendidas en cada bloque mientras imaginas la vida del que allí habita.
Una de las cosas que, sin duda, más fascinante encuentro es la forma en que una canción puede evocarme sentimientos pasados, situaciones vividas, sabores, colores, sensaciones e incluso puedo olfatear algún que otro aroma.
Me vuelve loca ir por la calle de noche jugando con las sombras que proyectan las farolas.
Estar sóla en la playa de noche, y mirar las estrellas.
Tumbarme en la cama mirando al techo, o con los ojos cerrados y, durante unos instantes, desaparecer...
Me fascina la sensación que recorre mi cuerpo cuando, después de un día de ruidos, puedo disfrutar del silencio absoluto hasta el punto de que me parece una preciosa melodía.
Me gusta oir a mis gatos ronronear.
La calidez que me aporta una sonrisa sincera, que también es la mejor recompensa cuando ayudas a alguien.
No puedo evitar escribir con lentitud, esmerándome en cada trazo sin que importe el contenido de lo que se escribe, sólo la caligrafía, que para mí es un precioso arte.
Observar las caligrafías de los demás, por consecuencia, es otro de esos pequeños detalles que me hacen sentir bien.
Inventarnme vidas para todas aquellas personas que me cruzo en el bus.
Hacer reir.
El agua.
El piar de los pájaros los amaneceres lluviosos.
Los juegos de palabras.
La naturaleza en su estado puro y duro.
Los peluches suaves que estan por toda mi cama.
La sensación de andar descalza.
Ver albumes de fotos de hace muchos años...

Y, ahora que me he parado a pensarlo, son tantos los minúsculos detalles que me sientan bien, que el simple hecho de poder imaginarlos ya me basta para poder dormir hoy, por fin, tranquila.


"La soledad es una extraña
prerrogativa del dolor
y sin embargo uno se siente
libre como la lluvia en los cristales

estar solo también es un amparo
donde mueren las culpas inocentes"

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