jueves, 1 de diciembre de 2011

Mi credo.

Estaba sentada delante de una tele apagada mientras observaba cada detalle de aquella habitación y entonces me fijé. Lo más grande y colorido de aquel habitáculo y, sin embargo, llevaba todo el año pasándome desapercibido. Estaba colgado en la pared con miles de colores y, con unas gigantes letras amarillo chillón, aquel calendario dictaba: 2011. Entonces lo pensé ¿2001? ¿Por qué dosmilonce?
Seguro que vosotros tampoco os habéis parado nunca a reflexionar acerca del origen de esa fecha que, casi a diario, preside vuestra agenda.
Dos mil once años hace ya que, nuestra supuesta salvación, abandonó nuestro mundo para gozar de la vida eterna junto a su señor padre, vuestro tan adorado dios. Y, en estos dos milenios, contamos cada día en torno a alguien que, quizás, ni siquiera existió.
Solo digo que miréis a vuestro alrededor y os detengáis un segundo cada vez que lo que encontréis sea miseria, desdicha o injusticia, aquí o unos cuantos países más allá, y que una vez lo hagáis os planteéis si no sería mejor poner el contador de cada calendario a cero porque, ese, vuestro dios, parece que os ha abandonado y que no tiene ninguna intención de abandonar su “más allá” para venir a rescataros de nuevo.
El dosmildoce será lo que dicen si no sois capaces de abrir los ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario